Un estudio
sugiere que las probabilidades de desarrollar esta enfermedad degenerativa del
sistema nervioso se duplican, pero el riesgo absoluto sigue siendo bajo
La exposición en el trabajo a los campos electromagnéticos
podría duplicar el riesgo de desarrollar esclerosis lateral amiotrófica (ELA),
una enfermedad degenerativa del sistema nervioso, sugiere un nuevo estudio.
Los instaladores de las compañías eléctricas, los soldadores,
los operarios de máquinas de coser y los pilotos de aviones son personas con
trabajos que podrían aumentar sus probabilidades de contraer la enfermedad, que
siempre es letal, comentó el investigador principal, Roel Vermeulen.
"En esencia, se trata de trabajos en los que los
trabajadores están situados cerca de aparatos que usan mucha
electricidad", explicó Vermeulen, profesor asociado de epidemiología
medioambiental en la Universidad de Utrecht, en los Países Bajos.
Pero incluso las personas que tienen estos trabajos siguen
teniendo un riesgo general bajo de ELA, comentó la Dra. Catherine Lomen-Hoerth,
neuróloga y directora del Centro de ELA del Centro Médico de San Francisco de
la Universidad de California.
Solo una de cada 100,000 personas tendrán ELA (a veces conocida
como la enfermedad de Lou Gehrig) a lo largo de su vida, de modo que incluso
tener el doble de riesgo sigue siendo un riesgo bajo, dijo Lomen-Hoerth, que no
participó en el estudio.
Además, los autores del estudio reconocieron que dado que la
investigación no fue un experimento o un ensayo controlado, no establece una
relación directa de causalidad entre las ondas electromagnéticas y la ELA, sino
solo una posible asociación.
Los pacientes con ELA experimentan una degeneración progresiva
de las células nerviosas motoras del cerebro y de la médula espinal.
Normalmente empiezan por tener dificultades para usar sus manos o brazos, pero
a medida que la ELA progresa quizá no puedan estar parados o caminar, masticar
o tragar la comida, hablar o respirar adecuadamente.
La investigación previa ha sugerido que la ELA podría estar
asociada con el
lugar de trabajo, a través de la exposición a los campos
electromagnéticos, las descargas eléctricas, los disolventes, los metales o los
pesticidas, indicaron los investigadores.
En el estudio, Vermeulen y sus colaboradores revisaron los datos
de más de 58,000 hombres y 63,000 mujeres que participaron en un estudio
nacional sobre la salud en los Países Bajos.
Los investigadores encontraron 76 hombres y 60 mujeres que
fallecieron de ELA, y los compararon con aproximadamente 4,000 otras personas
elegidas al azar. Se usaron las descripciones detalladas de sus empleos para
determinar si una persona se había expuesto a cualquier cosa en el trabajo que
pudiera aumentar el riesgo de ELA.
Las personas cuyos trabajos les habían expuesto a niveles altos
de campos electromagnéticos extremadamente bajos tenían más del doble de
probabilidades de desarrollar la ELA que las que nunca se habían expuesto a
ellos en el trabajo, concluyó el equipo de investigación.
Las personas con la mayor exposición acumulada (largos periodos
combinados con una intensidad alta) tenían casi el doble de probabilidades de
desarrollar la ELA.
Esto no significa que las personas deberían preocuparse por la
exposición por el uso de los electrodomésticos, dijo Vermeulen.
"Aunque algunos electrodomésticos podrían producir niveles
más altos de cambios electromagnéticos de frecuencia extremadamente baja (las
cocinas eléctricas, los secadores, las herramientas eléctricas), su uso con
frecuencia es esporádico y durante periodos más cortos", comentó.
Otros factores ocupacionales solamente se asociaron de forma
débil con el riesgo de ELA, y los investigadores no encontraron evidencias
claras de que el riesgo aumentara con unos niveles más altos de exposición.
Lomen-Hoerth dijo que es demasiado pronto para descartar estas
otras exposiciones posibles en el lugar de trabajo, ya que el análisis incluyó
a muy pocas personas que fallecieron de ELA.
"Tengo la sensación de que este trabajo no descarta estas
otras exposiciones como factores de riesgo potenciales, pero ayuda al menos a
calificar a los riesgos electromagnéticos como más altos que otros riesgos
presentes en los trabajos", comentó Lomen-Hoerth.
También se mostró decepcionada de que los autores del estudio no
evaluaran las lesiones traumáticas como otro evento potencial en el trabajo que
podría aumentar el riesgo de ELA.
"Eso se está convirtiendo cada vez más en un factor de
riesgo de la ELA, y hubiera sido una gran oportunidad si lo hubieran incluido
como parte de este proyecto", lamentó Lomen-Hoerth.
La genética explica aproximadamente el 61 por ciento del riesgo
individual de una persona de desarrollar ELA, dijo Vermeulen. Este estudio
mostró que los campos electromagnéticos podrían contribuir al 39 por ciento del
riesgo atribuible a los factores ambientales todavía desconocidos, dijo.
Nadie sabe con certeza cómo podrían afectar los campos
electromagnéticos a las células nerviosas, de modo que el siguiente paso es
investigar eso con animales de laboratorio, dijo Lomen-Hoerth.
"En mi opinión, este estudio conduce a que se trabaje con
animales para comprender qué es lo que estos campos magnéticos de baja frecuencia
podrían estar haciendo a nivel molecular para potencialmente desencadenar la
enfermedad", señaló.
El
estudio aparece en la edición en línea del 29 de marzo de la revista Occupational & Environmental Medicine.
HealthDay
(c)
Derechos de autor 2017, HealthDay