Los análisis genéticos y la secuencia completa del genoma de la
australiana demuestran que, durante su evolución hacia el gusto por la carne,
las plantas optaron por muchas de las mismas proteínas antiguas para crear
enzimas para digerir a las presas.
Las plantas carnívoras capturan a los insectos tendiéndoles una
trampa de la que difícilmente pueden escapar. Una vez que quedan atrapados en
el interior de las hojas, las presas caen dentro de líquidos digestivos que
deshacen su carne y sus exoesqueletos. Este es el método que utilizan todas las
plantas carnívoras de Australia, Asia y América, a pesar de haber evolucionado
de manera independiente.
Un
nuevo estudio, publicado en NatureEcology & Evolution,
ha ahondado en el origen de estos vegetales que comparten además apariencia
física para entender cómo plantas que no están relacionadas entre sí pueden
tener tanto en común. Para ello, el equipo, liderado por el National Institute
for Basic Biology de Japón, examinaron tres especies: la australiana Cephalotus
follicularis, la asiática Nepenthes alata y la americana Sarracenia
purpurea.
Los
análisis genéticos y la secuencia completa del genoma de la australiana
demuestran que, durante su evolución hacia el gusto por la carne, las plantas
optaron por muchas de las mismas proteínas antiguas para crear enzimas para
digerir a las presas.
Con el
tiempo, en las tres especies, las familias de proteínas vegetales que
originalmente ayudaron en la autodefensa contra enfermedades y otras amenazas
se convirtieron en las enzimas digestivas que se observan hoy, como son la
quitinasa básica –capaz de descomponer la quitina, el principal componente de
los exoesqueletos de las presas–, y la fosfatasa ácida púrpura –que permite a
las plantas obtener el fósforo de los cuerpos descompuestos–.
"La habilidad de las plantas para atrapar y digerir
animales puede ser indispensable dada la escasez de otros recursos
alimentarios"
“Esto
sugiere que existen rutas limitadas y restringidas que las llevan a convertirse
en plantas carnívoras”, señala Victor A. Albert, de la Universidad en Buffalo
(EE UU) y uno de los autores del trabajo. “Estas plantas tienen un kit de
herramientas genéticas, y tratan de encontrar una respuesta para llegar a ser
carnívoras y al final, todas llegan a la misma solución”, añade.
Evolución
convergente
El
estudio supone un ejemplo representativo de evolución convergente, en la que
plantas alejadas han adquirido rasgos similares. “Este desarrollo paralelo a
menudo apunta a una adaptación particularmente valiosa", dice Mitsuyasu
Hasebe, del centro japonés.
Las
plantas carnívoras viven en muchas ocasiones en entornos pobres en nutrientes,
por lo que “su habilidad para atrapar y digerir animales puede ser
indispensable dada la escasez de otros recursos alimentarios”, indica el
investigador japonés Kenji Fukushima.